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viernes, 27 de julio de 2018

Ernst Hanfstaengl y el consejo antisemita de Churchill para una reunión con Hitler que pudo ser y nunca sucedió

En 1932 Ernst Hanfstaengl pensó que una reunión entre los jóvenes Winston Churchill y Adolf Hitler era posible. Pudo haberse concretado en Münich, pero nunca sucedió. Lo único que consiguió fue una secreta confesión antisemita del británico. Esta es la historia.


Winston Churchill, Ernst Hanfstaengl y Adolf Hitler.


Ernst Hanfstaengl nació el 2 de febrero de 1887 en Münich, Alemania. Sin embargo, no era un alemán más. "Putzi", tal el apodo por el que siempre se lo conoció, era hijo de un rico curador de arte alemán y una estadounidense, que -además de ser un destacado periodista, editor y músico- tuvo gran influencia en la llegada al poder de Adolf Hitler durante los complicados días de posguerra en la República de Weimar.

Hanfstaengl pasó sus primeros años en Alemania y luego se trasladó a los Estados Unidos, donde gracias a las raíces familiares, cultivó buenas amistades e importantes contactos. Su madre Katharine Heine Guillermina, era hija de William Heine, primo de John Sedgwick; mientras que su padrino era el duque Ernst II de Sajonia-Coburgo-Gotha. "Putzi" asistió a la Universidad de Harvard y al mismo tiempo se convirtió en un talentoso pianista que compuso varias canciones para el equipo de fútbol de Harvard, que incluso, años más tarde, serían usadas también por el Partido Nazi en Alemania.

Hanfstaengl era un hombre alto, de aspecto rudo, de cuerpo macizo y desgarbado con 1,9 metros de altura, pese a lo cual siguió usando su apodo de "Putzi", que en alemán se usa para referirse a un "pequeñito". Pero claro, este hombre no era ningún "pequeñito" y tras volver a Alemania en 1922, oyó hablar a Hitler en una vieja cervecería de Múnich, momento a partir del cual su vida ya nunca más sería igual. Fue cuando un miembro de la Harvard Hasty Pudding Club que trabajaba en la Embajada de los Estados Unidos, le pidió a Hanfstaengl que observara la escena política en Münich; tras lo cual el agregado militar, capitán Truman Smith, sugirió que fuera a un mitin nazi para luego informar sus impresiones de Hitler. Hanfstaengl quedó fascinado. Vio en Hitler no sólo a un político nato, agresivo y radical; sino también a un genial orador que con un solo gesto y unas pocas palabras era capaz ade convencer al más variado auditorio. No tradó mucho en convertirse en uno de sus más íntimos y fieles seguidores, aunque de todos modos no se unió formalmente al partido nazi hasta 1931.

"Lo que Hitler fue capaz de hacer a una multitud en 2 horas y media no se repetirá nunca en 10.000 años", dijo Hanfstaengl en aquella oportunidad.


Ernst Hanfstaengl y Adolf Hitler en Oberzalsberg.


Durante gran parte de la década de 1920, Hanfstaengl presentó a Hitler a la alta sociedad de Münich y ayudó a pulir su imagen actuando como una especie de asesor de imagen. También ayudó a financiar la publicación de la biblia nazi "Mein Kampf" de Hitler y el periódico oficial del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), el Völkischer Beobachter. Hitler, dicho sea de paso, fue el padrino de Egon, su hijo. Entre otros aportes para los nazis, "Putzi" escribió la música para la marcha de los camisas pardas como las marchas de las Juventudes hitlerianas imitando las canciones de fútbol de Harvard. Posteriormente, ideó el célebre "Sieg Heil", muy coreado al vivo grito en las grandes concentraciones nacionalsocialistas. Hanfstaengl incluyó entre sus amigos durante este período a Hanns Heinz Ewers y compañeros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán como el periodista Kurt Ludecke. Aunque entre los más importantes entre sus amistades y contactos personales estaban en realidad todos los más altos jerarcas nazis, como Heinrich Himmler, Hermann Göering y Joseph Goebbels, mientras que a otros los llegó a odiar hasta la médula, tal el caso de Alfred Rosemberg.

De hecho, Hanfstaengl era un verdadero idealista del nacionalsocialismo que nunca comulgó con el antisemitismo galopante del partido. Así se lo hizo saber, en la cara, reiteradas veces a Hitler. Años después, sufriría las consecuencias.

De buen dominio del inglés, con muchas conexiones con la alta sociedad, tanto en Alemania como en Inglaterra y Estados Unidos, se convirtió en jefe de la Oficina de Prensa Extranjera en Berlín. Aparte de esta posición oficial, la mayor parte de su influencia se debió a su amistad con Hitler, que gozaba escuchando a "Putzi" tocar el piano. Durante largos años y tras la llegada de Hitler al poder Hanfstaengl buscó por todos los medios llevar a Hitler a la "normalidad". A veces presentándole las más bellas y refinadas mujeres para que entablara una relación seria y personal y otras procurando alejarlo de las afiebradas mentes de los efectivos más fanáticos del partido nazi, como así también buscando que Hitler hiciera viajes al exterior para que "saliera de su burbuja" y se diera cuenta que lo importante era la cuestión mundial y no sólo la meramente continental. No logró nada de lo que se propuso. Uno de esos intentos, el más curioso, visionario  y ambicioso a la vez, es el que estuvo a punto de llevar al éxito cuando trató de juntar en torno a una misma mesa a Adolf Hitler y al -por entonces integrante de la Cámara de los Comunes británica-, el futuro Primer Ministro Winston Churchill. La irrupción de Hitler como figura de primer nivel enla política alemana -pero también de manera incipiente, europea - internacional- hizo que muchos se interesaran por el
Führer. Hanfstaengl había tenido oportunidad de conocer previamente a Randolph Churchill (hijo de Winston), quien le manifestó que su padre vería con buenos ojos conversar varias cosas de primera mano con el ascendente político alemán. En abril de 1932 Hanfstaengl y Hitler aterrizaron en el aeropuerto de Münich y se enteraron de que Winston Churchill estaba -en ese mismo momento- hospedado en el Hotel Continental de esa misma ciudad. Así surgió de inmediato la idea de Randolph Churchill y Ernst Hanfstaegl: reunir al político británico y al alemán.

La respuesta de Hitler a la propuesta lo pintó de cuerpo entero, y fue un anticipo de lo que estaba por llegar. Siempre reacio a escuchar otras opiniones sobre el tema que fuera, y siempre esquivo a una mirada internacional, Hitler le preguntó a Hanfstaengl: "¿De qué podría yo hablar con él?". El propio Hanfstaengl recuerda su reacción en su fantástico libro "Hitler, los años desaparecidos", al responderle: "Herr Hitler, yo iré a cenar con ellos y usted podría venir más tarde, como si fuese a buscarme a mí y así se quedaría a tomar un café".

Hanfstaengl, Hitler y jerarcas nazis.


Hitler, por supuesto, nunca llegó. Sigue recordando Hanfstaengl: "Nos sentamos a cenar aproximadamente a las diez de la noche. (...) Charlamos de diferentes cosas y luego Mr. Churchill me formuló algunas preguntas acerca de las ideas antisemíticas de Hitler". Churchill, según "Putzi", le prestó mucha atención y luego comentó poniendo en palabras su propias ideas racistas cercanas a las de Hitler: "Dígale a su jefe de mi parte que el antisemitismo puede ser un buen punto de partida, pero que en cambio es una mala etiqueta".  Lo que se dice, cuidar las formas de una elegante manera británica. Finalmente, dijo Churchill llevando una copa de cognac tan cerca de su boca para que nadie más lo llegara a escuchar: "Dígame Hanfstaengl, ¿qué piensa su jefe de una eventual alianza de su país con Francia e Inglaterra".

Corría 1932. La reunión entre Hitler y Churchill que puso ser y nunca se concretó, podría haber cambiado definitivamente el rumbo de la historia y salvar millones de vidas ahorrándole el peor drama a toda la humanidad.

Mientras el NSDAP consolidaba su poder, surgieron varios conflictos de intereses entre Hanfstaengl y el nuevo Ministro de Propaganda Joseph Goebbels ya que sus funciones se sobreponían y perdió no solo influencia, sino que se decepcionó profundamente de Hitler y del NSDAP. Hanfstaengl fue retirado del gobierno de Hitler en 1933. El encono de Hitler no se haría esperar. En 1937, Hanfstaengl recibió órdenes de lanzarse en paracaídas en una zona en poder de los sublevados en la Guerra Civil española, para ayudar en las negociaciones. Mientras, a bordo del avión temía un complot contra su vida y supo más detalles sobre el piloto de la misión; finalmente éste le admitió que había recibido la orden de lanzarlo sobre territorio republicano, lo que habría significado una muerte casi segura. Hanfstaengl convenció al piloto de que le dejara escapar.

Emigró a Suiza y luego a Inglaterra, donde fue encarcelado como enemigo extranjero después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Más tarde fue trasladado a un campo de prisioneros en Canadá. En 1942, Hanfstaengl fue entregado a las fuerzas de Estados Unidos y a cambio de su libertad, trabajó para el presidente Franklin D.Roosvelt en el "Proyecto S", revelando información sobre aproximadamente cuatrocientos líderes nazis. Presentó 68 páginas de información sobre Hitler, incluyendo datos personales de la vida privada de Hitler, y ayudó al profesor Henry A. Murray, el director de la clínica psicológica de Harvard, y al psicoanalista Walter C. Langer y otros expertos para crear un informe para la OSS, en 1943, denominado "Análisis de la personalidad de Adolf Hitler." En 1944, Hanfstaengl fue devuelto a los británicos, que le repatriaron a Alemania en el final de la guerra sin sufrir nuevas detenciones. Hanfstaengl escribió Unheard witness (Testigo de primera mano) (1957) sobre sus experiencias. En 1974, asistió a su 65º reunión de Harvard, donde fue galardonado con la banda de la Universidad de Harvard acerca de los autores de diversas canciones de lucha en Harvard. Su relación con Hitler no fue mencionada.

Falleció en 1975, a la edad de 88 años sin que su historia fuera del todo conocida en relación a Hitler.



Marcelo García



Fuente de consulta: "Hitler, los años desaparecidos" - Ernst Hanfstaengl - Luis de Caralt editor - Barcelona, España. 1960.



viernes, 14 de septiembre de 2012

Winston Churchill, el racista



Mucho se ha hablado del racismo y de los nefastos líderes mundiales que propiciaron atrocidades que derivaron en sufrimiento y exterminio de millones de personas. Cuando se habla del sectarismo, de la divulgación de ideas descabelladas que apuntaban (y apuntan) a la segregación y la aniquilación del "otro", del "inferior", por lo general se piensa (y no sin razón...) en Adolf Hitler y los nazis, pero al leer la historia real (o la del Lado B si se quiere) podemos llegar a conclusiones que sorprenderían a más de uno.
Los ingleses siempre han sentido particular atracción y admiración por Winston Churchill. Motivos no le han faltado a los británicos y méritos ha hecho ese hombre para ganarse la simpatía y devoción del pueblo que supo conducir durante la Segunda Guerra Mundial hasta la victoria final. Churchill ha pasado a la historia como el impoluto líder, el sacrificado primer ministro, símbolo inequívoco de la lucha abnegada de Gran Bretaña contra la barbarie nazi en Europa y otras partes del mundo. Pero todos tenemos un muerto en el placard... y Churchill también.

Este hombre supo sentarse en Yalta a finales de 1945 junto a Roosevelt y Stalin para repartirse el mundo a "piaccere" y también supo vomitar lamentables pensamientos en forma de frases como aquella que implicaba un "mirar deliberadamente hacia otro lado" cuando dijo que no sabía cuanta tiranía había en Rusia pero que no pensaba pelearse con Stalin... A otros le hubieran caído con la guillotina encima, pero a Churchill el mundo lo aplaudió de pie...

Pero lo de Churchill va mucho más lejos todavía y a la hora de hacerse escuchar sobre temas urticantes como la superioridad de unos sobre otros, se mostró tal cual era y sin pelos en la lengua.
Churchill era un racista, un sectario, un segregador, pero la gente sólo retuvo de él (inducida por la "historia oficial") su costado legendario, sacrificado, heróico y de gran estadista.
Ya en 1910 este hombre que se convertiría luego en el líder inglés por excelencia opinaba cosas como éstas:
"El rápido crecimiento antinatural de los débiles mentales unido a una restricción en el aumento de las razas enérgicas y superiores constituye un peligro nacional y racial. Nunca se exagerará hablando de este probelma. La fuente de esta insanía debe ser cercenada y sellada con celeridad" (No lo dijo Hitler, lo dijo Churchill).

Un tiempo más tarde, en 1919, ya era Secretario de las Colonias y allí también tuvo oportunidad de sacar a relucir "lo mejor de sí mismo" cuando habló en una oportunidad sobre la más efectiva manera de quitarse de encima a los "seres inferiores" que habitaban las colonias británicas por el mundo.
Dijo Churchill:
"No comprendo a los que dudan sobre el uso del gas. Favorezco decididamente el uso de gases venenosos contra las tribus incivilizadas". Más clarito, póngale agua.

Se aprecia a las claras que habían prendido, y en forma, en Churchill aquellas viejas ideas filosóficas, esotéricas y seudocientíficas de principios de siglo XX, que planteaban la existencia de hombres superiores e inferiores y que los británicos inculcaron tan efectivamente a los norteamericanos. Los británicos y los alemanes de principios de siglo XX acuñaron un término que mostraba con toda crudeza y claridad qué tan superiores se sentían respecto de los demás. Así se comenzó a utilizar "anglosajón" para diferenciarse del resto o, lo que es lo mismo, cuál era el modo de nombrar a quienes por las vueltas del destino y la Providencias, estaban en este mundo para gobernarlo...

Y así las cosas Churchill, aún antes de ser el gran estadista como el que luego fue reconocido, tuvo tiempo para vociferar su más clara postura racista, cosa que se produjo en Febrero de 1920 cuando escribió y firmó un artículo en el "Herald Illustrated" bajo el título de: "El Sionismo contra el Bolchevismo".
Parte del artículo decía lo siguiente:
"En primer lugar están los judíos que, habitando en todos los países del mundo, se identifican con ese país, entran en su vida nacional y mientras se adhieren fielmente a su propia religión, se consideran como ciudadanos con todos los derechos del Estado que los ha recibido. En violenta oposición a toda esta esfera del esfuerzo judío se alzan los esquemas de los judíos internacionales. Los adherentes de esta siniestra confederación son en su mayoría hombres criados en poblaciones infelices de países donde los judíos son perseguidos a causa de su raza. La mayoría de ellos, si no todos, han abandonado la fe de sus padres. Esta conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización no ha dejado de crecer."


Además Churchill no veía la hora de quitarse del medio a los pueblos árabes y a los hindúes y como si todo eso no bastara, deseaba con todo su corazón erradicar a los negros de la colonia de Australia y, de paso, recomendaba a los norteamericanos (tan democráticos y respetuosos de la libertad como él) que eliminaran por completo de la faz de la Tierra a las tribus de Pieles Rojas. Sobre estos dos últimos grupos (Australianos y Pieles Rojas), en oportunidad de hablar a la Comisión Real sobre Palestina en 1937, lanzó lo siguiente:
"No acepto que se haya hecho un gran mal a los Pieles Rojas de América o a los negros de Australia por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de más graduación, haya llegado y ocupado su lugar". Y también tuvo anteriormente "calidas" palabras (calientes en realidad) para Ghandi cuando hablando sobre su encuentro (de Ghandi) con el Virrey de la India en 1931, opinó lo siguiente:
"Es alarmante y nauseabundo ver cómo el señor Ghandi, un abogado sedicioso de M.T., haciéndose el fakir de esos tan codiciados en Oriente, trepa semidesnudo las escalinatas del palacio del Virrey mientras sigue organizando y dirigiendo una campaña de desobediencia civil para parlamentar de igual a igual con el representante del Rey Emperador".

Mientras tanto siguen resonando en los oídos de muchos, aquellas encendidas palabras con las que le prometía a los ingleses sólo "sangre, sudor y lágrimas". Por lo menos en eso no mintió.

sábado, 25 de agosto de 2012

Unity Mitford: aristocrática británica, nazi por convicción y enamorada de Adolf Hitler

Unity Valkyrie Freeman Mitford.


La historia de Unity Valkyrie Freeman Mitford es una de esas dignas de ser plasmadas en una película, como tantas otras de aquellos lejanos y oscuros días en los que la humanidad comenzaba a quedar bajo la temible sombra del poder nazi en Europa. Nacida el 8 de agosto de 1914 en el seno de una importante familia londinense, Unity Mitford creció en una Europa con olor a putrefacción en la posguerra y comenzó a incorporar por propias convicciones el ideario nacionalsocialista que llegaba tan potente desde la lastimada Alemania, cada día más simpatizante de las radicalizadas e inmorales ideas del partido nazi.
Unity Mitford se convirtió rápidamente en una locuaz y extrovertida vocera de las ideas propugnadas por Adolf Hitler y, como si fuera poco, era hermana de Diana, quien (casualmente) estaba casada con Oswald Mosley, el líder de la Unión Británica Fascista y fiel defensor del programa nazi. Sin embargo había otro parentesco muy sugestivo: Unity era prima de una tal Clementine Hozier, esposa de Winston Churchill...

Con apenas 19 años de edad (en 1933) por invitación de Winifred Wagner, viaja a Alemania y las vueltas del destino quieren (y ella también) que asista a una multitudinaria reunión en la que su admirado Adolf Hitler era el principal orador. El encantamiento fue instanténeo y ya para 1935 el "esperado" encuentro entre Unity y Hitler se concretaba. Dice la leyenda que Hitler estaba subido a una tarima vomitando uno de sus tantos enradecidos discursos cuando de repente la vio ingresar, detuvo su alocución y la invitó a sentarse cerca del estrado, para luego proseguir (como si nada) con sus lastimosas palabras. Todo indicaba que el flechazo había sido mutuo, a pesar de la mentirosa propaganda nazi que elogiaba las virtudes "cuasi célibes" del Führer alemán para mostrarlo ante el mundo entero como un ser entregado 101% a la causa de su nación y su partido. No era tan así, a Hitler también le gustaban las mujeres y muchas han sido las que han formado parte de su séquito. Pero Unity llamaba mucho la atención y los paseos que Hitler daba con ella por los alrededores de Berchtesgaden, no dejaban de ser comentario de los inescrupulosos nazis que los observaban. Los encuentros con Hitler nada tenían que ver con el amor físico, sino que se enmarcaba más en un amor platónico del que ambos disfrutaban, cosa que ha quedado demostrado a través de la nutrida correspondencia que se cruzaban. La diferencia de edad jugaba un papel nada importante en esa relación ya que por aquellos años, era habitual que hombres grandes contrajeran matrimonio con mujeres mucho menores. Hitler llamaba a Unity "mi pequeña" y en sus cartas le contaba el placer que le daba recibir noticias suyas.

Hitler junto a Unity Mitford. La británica entres su amigos nazis. En un acto del "partido".


Esta mujer llegó a ser reconocida en el círculo íntimo de Hitler (al cual perteneció desde el principio de su llegada a Alemania) como "más nazi que los nazis" y tal es así que se sabe que en una oportunidad cuando Unity saludó al Cónsul General Británico en Munich levantando su brazo derecho, éste le retiró inmediatamente el pasaporte británico. Corría el año 1936... y después de todo ese "rechazo oficial inglés" era algo que "quedaba bien" desde el ambivalente pensamiento británico sobre las ideas de Hitler que tanto "habían prendido" en la isla británica...
La "fiesta" nazi y el desestructurado estilo de vida para Unity Mitford siguieron viento en popa hasta que en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Bajo determinadas circunstancias y vaya uno a saber por pedido de quién, la aristócrata británica fue "invitada a dejar Alemania" cuando Gran Bretaña le declaró la guerra a la Alemania nazi, por lo cual Unity redactó una fogosa carta de despedida a Hitler y tomó la determinación de dispararse un tiro en la cabeza mientras recorría el "Englischen Garten" (Jardín Inglés) en la ciudad de Munich. Dicen algunos que la depresión por no poder seguir al lado de su "amado" Führer habría sido el factor determinante para aquella extrema decisión...

Llegada de Unity Mitford a Inglaterra tras su intento de suicidio.


Unity no murió y quedó gravemente herida con tremendos daños cerebrales y, tras permanecer internada (por pedido de Hitler) en la Clínica Nussbaumstrasse, fue trasladada de inmediato a Inglaterra (previo paso por Suiza), lugar al que llegó en camilla (ver fotos) y con la bala todavía alojada en su cráneo, cosa que fue así hasta el final de sus días el 28 de Mayo de 1948 en la ciudad de Oban, en Escocia,  como consecuencia de una meningitis a la temprana edad de 33 años.
La historia de Unity Mitford es una de las tantas que quedaron registradas para dar por tierra con aquel mito de que a Hitler no le interesaban las mujeres y para confirmar una vez más el alto grado de simpatía que imperaba por aquellos años dentro de la aristocrática (no exclusivamente) sociedad británica, la cual veía con "tan buenos ojos" la propuesta de Hitler. Pero claro, eso queda en el Lado B, la historia "oficial" se ha contado siempre de otra manera.

jueves, 22 de marzo de 2012

Conferencia de Yalta: el día que Roosevelt, Churchill y Stalin se repartieron del mundo

Churchill, Roosevelt y Stalin sonríen satisfechos tras repartirse el mundo en Yalta.

Yalta, península de Crimea, sur de Ucrania a orillas del mar Báltico. Febrero de 1945. La segunda guerra mundial estaba llegando a su fin, Adolf Hitler preparaba su escape disfrazado de suicidio y "Los Tres Grandes" se reunían para repartirse las pertenencias del difunto, cuando su cuerpo aún estaba caliente...
"Los Tres Grandes", como ellos mismos se hacían llamar, eran Winston Churchill (Primer ministro británico), Franklin D. Roosevelt (Presidente de Estados Unidos) y José Stalin (Dictador de la Unión Soviética) y se habían reunido con único y claro objetivo: repartirse el mundo de posguerra.
Atrás quedaban muchas de las atrocidades (propias y ajenas) de una de las peores guerras de la historia de la humanidad. Atrás quedaban las enormes diferencias aparentes en los campos de batalla entre más de uno de los tres protagonistas de esta reunión. No importaba ya si Stalin era un criminal con portación de poder absoluto, no importaba el cinismo y las mentiras constantes de Churchill y tampoco importaban los atropellos norteamericanos. Ese día, "Los Tres Grandes" estaban, en definitiva, delineando el "Nuevo Orden Mundial"...

Tras la conferencia de Yalta, los "vencedores" de la guerra determinaron entre otras cosas: una serie de acuerdos referidos a los nuevos límites de Europa, en especial los referidos a Polonia. También se decretó la creación de las Naciones Unidas, un organismo claramente hecho a medida y manejado por las potencias victoriosas y finalmente se determinó el "reparto" de Alemania, dividiendo al país en cuatro zonas, cada una dominada por tropas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la Unión Soviética.

Pero por sobre todas las cosas, la reunión iniciadora del "Nuevo Orden Mundial" apuntaba a desactivar y desmembrar por completo al proletariado alemán, siempre tan proclive a ser el más ordenado y organizado de Europa...La "desnazificación" de Alemania era un buen pretexto para meter mano allí.
Resultará muy llamativa la tranza perpetrada por los líderes del comunismo y los amos capitalistas. Los aliados (que aunque suene increíble aún contaban en sus filas a Rusia...) acordaron dividir (repartirse) Europa en dos zonas de influencia: Europa oriental quedaba en manos de Stalin, quien se comprometió a mantener el capitalismo instalando gobiernos "de unidad nacional" en conjunto con las burguesías establecidas sin avanzar sobre la expropiación de bienes. Por el lado de Europa Occidental, todo quedaba bajo el ala norteamericana con el agregado de la reconstrucción de las zonas devastadas, también a cargo de Estados Unidos y sus empresas. Stalin por su lado se comprometió también a que los partidos comunistas de Francia e Italia frenaran automáticamente su lucha armada y colaboraran de alguna manera con la "reconstrucción" liderada por Estados Unidos y sus socios.
Con este impensado gesto, Stalin, desarticulaba absolutamente los incipientes procesos revolucionarios y obreros en esas zonas de Europa. Stalin firmaba de ese modo la "salvación" del capitalismo y se hacía cómplice (otra vez) de la "repartija mundial" que era la antesala de un nuevo negocio: la guerra fría.

lunes, 12 de marzo de 2012

La pista inglesa: ¿Churchill mandó matar a Mussolini?

Cuerpos de Mussolini y su esposa (segundo y tercero desde la izq.) y Churchill.

Lo maquiavélico de ciertos actos perpetrados por Winston Churchill, primer ministro británico durante los oscuros días de la segunda guerra mundial, no siempre han ocupado la primera plana de los diarios y mucho menos han sido los que más se han destacado en los relatos que hablan de lo que hizo o lo que dejó de hacer ese hombre que goza de gran reputación en la "historia oficial". Churchill no era un santo, Nadie lo es, por supuesto, pero el caso del mandamás inglés es muy particular dado que ha pasado a la historia como un hombre impoluto y carente de toda hilacha capaz de hacerlo tambalear en la memoria colectiva.
Así como ha quedado demostrada la trampa que Churchill le tendió a Rudolf Hess en 1941 haciéndole creer que efectivamente estaban llevando a cabo tratativas de paz (ésto es algo penado como crimen de guerra), ahora sale a la luz otro hecho que pone de manifiesto lo sistemático del uso de la mentira y el ocultamiento de parte de Churchill en su accionar.

Durante muchos años se ha creído que la muerte del Duce, Benito Mussolini, y su mujer Clara Petacci había sido entera responsabilidad de partisanos italianos furiosos con el rabioso dictador. Los libros de la historia oficial, el Lado A, dicen eso y así quedará registrado para todos los tiempos. Algo de verdad hay en eso, sin embargo hace poco se han dado a conocer las declaraciones de un partisano de entonces, quien además escribió un libro en 1978 llamado "Aquel 28 de Abril" (N. de la R.: fecha de la muerte de Mussolini), quien asegura que ha sido él mismo quien disparó contra el fascista dictador italiano. Bruno Giovanni Lonati (en la segunda foto de la nota), era el comisario político de la 3ª Brigada Partisana "Garibaldi" y afirma sin temor a equivocarse que los hechos no han sido tal como se escribieron en la historia hasta ahora conocida.

Bruno Giovanni Lonati (laprovinciadilecco.it)

La versión de Bruno Giovanni Lonati apunta directamente a seguir la llamada "pista inglesa" y hace concreta referencia a que el cerebro tras la solicitud de asesinato de Mussolini, no ha sido otro más que el propio Winston Churchill. Los motivos no serán difíciles de encontrar: tanto Churchill como Mussolini compartían un sentimiento imposible de ocultar, su profundo odio al comunismo. Dada esta situación entre ambos, se sabe que Churchill mantuvo durante largo tiempo una fluída comunicación con el Duce a través de cartas personales y cuando el final llegó inexorable para el líder italiano, Churchill creyó conveniente no sólo eliminarlo sino también deshacerse de la tan conflictiva correspondencia entre ambos.
Aquel 28 de Abril de 1945, todo se habría dado de "maravillas" para Churchill. Mussolini siempre viajaba con una valija cargada de su correspondencia más secreta y confidencial, también (obviamente) las cartas de Churchill. En aquella jornada se dio la chance de exterminar todo de un plumazo: Mussolini, su mujer y las cartas comprometedoras para el flemático y duro primer ministro inglés. Todo fue destruído.

Bruno Giovanni Lonati, finalmente, tenía algo más para agregar: si bien él efectivamente era un partisano y había disparado contra Mussolini, la orden de ejecución contra el dictador se la dieron directamente agentes del servicio secreto británico.