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sábado, 30 de enero de 2016

El "Ángel de Budapest" que engañó a Hitler y se enfrentó al Generalísimo Franco

Ángel Sanz Briz, el diplomático español que -engañando a Hitler y desoyendo a Franco- 
salvó a miles de judíos del Holocausto.

Ángel Sanz Briz, nacido en Zaragoza el 28 de septiembre de 1910, fue un español que tras estudiar Derecho e ingresar en la Escuela Diplomática, se enroló en las tropas franquistas apenas iniciada la Guerra Civil Española en 1936, tras lo cual -y una vez finalizada la misma tres años después- fue destinado por el gobierno español a Egipto como Encargado de Negocios de la embajada de su país.
Pero en realidad, fue mucho más que sólo eso.
En 1942, a sus 32 años de edad, contrajo matrimonio con Adela Quijano y Secades y recibió su segundo destino como encargado de negocios, pero en esa oportunidad asignado a la embajada española en Hungría, un Estado aliado a las potencias del Eje, en donde -sin embargo- aún no se había llevado a la práctica criminales medidas de exterminio de judíos y otros como las que ya estaban en marcha en toda la Europa ocupada por los nazis.(1)

Pero todo cambió drásticamente en marzo de 1944 cuando la Alemania de Adolf Hitler  invadió Hungría y fue el propio Adolf Eichmann quien se trasladó a la ciudad de Budapest para supervisar personalmente los nuevos  planes de exterminio de la comunidad judía del país, donde fueron asesinados durante el holocausto unos 565.000 judíos por los nazis.(2)
El 25 de junio de ese mismo año, Sanz Briz -poniendo en riesgo su propia vida ante las nuevas autoridades de la ocupación nazi- envió una carta informando secretamente a Madrid de las disposiciones anti-judías; algo de lo que (se supone) no estaba debidamente al tanto el Generalísimo Francisco Franco.
De todos modos, nadie se movió demasiado -excepto él mismo- y en el transcurso de apenas dos meses, unos 500 mil judíos fueron expulsados de sus hogares y deportados. Sin embargo, Sanz Briz no se dio por vencido ni mucho menos.

Así, su trabajo y desempeño como diplomático en Budapest estuvieron clarmente marcados por un profundo análisis de su propia conciencia, dado que -debido la "neutralidad" española en la Guerra-por supuesto que no estaba obligado en lo más mínimo a tomar una iniciativa tan arriesgada y peligrosa como la de refugiar a la mayor cantidad de judíos posibles en sus casas de acogida de la legación española, incluso poniendo dinero de su bolsillo y exponiendo su pellejo. Como las instrucciones recibidas desde Madrid fueron en la mayoría de las veces ambiguas, Ángel Sanz Briz se atrevió a desconocerlas y redoblar la apuesta. De hecho, el alarmante silencio de Madrid equivalía -a todas luces- a un dejar hacer a los nazis ocupantes.
Hitler y Franco, pese a todo, serían burlados.
El "Ángel de Budapest", tal como en adelante se lo conocería, siguió insistiendo a través de correspondencia a Madrid sobre el preocupante estado de cosas. Así, anotó en reiteradas oportunidades a sus superiores que "No obstante, en la nota verbal de referencia no se hace mención al hecho de que entre las 500.000 personas deportadas había un gran número de mujeres, ancianos y niños perfectamente ineptos para el trabajo y sobre cuya suerte corren en este país los rumores más pesimistas" (3), tras lo cual agergaría que "conseguí que el Gobierno húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (...) Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias; y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior al 200".

Al final del camino, las vidas de judíos salvados por el "Ángel de Budapest" fueron 5.000.
En cualquier caso, el valiente diplomático siempre obró por cuenta propia, aún sabiendo sobre las posibles posteriores consecuencias.
Años más tarde apareció en Washington un documento, escrito por Sanz Briz en el año 1946, en el que dejó claro que había actuado de motus propio y que siempre y en todos los casos, la respuesta oficial del gobierno de Franco fue la de mirar hacia otro lado y darle vía libre a los nazis. Sobre los posibles motivos por los cuales el Generalísimo jamás se decidió a matarlo ante semejante falta de lealtad y obediencia, el diplomático guardó un profundo e infranqueable silencio hasta el mismísimo final de sus días.
Como fuera, Sanz Briz continuó su carrera diplomática y posteriormente fue destinado a las ciudades de San Francisco y Washington (en Estados Unidos), Lima, Berna, Bayona, Guatemala, La Haya, Bruselas y -finalmente- Pekín.
El 9 de marzo de 1973 Ángel Sanz Briz, su secretaria, Aurora Aranaz, y el catedrático de Filosofía Iñaki Preciado Idoeta, convertido en su traductor personal, abrieron la embajada en Pekín. Sanz Briz a sus 63 años era de los más veteranos del escalafón diplomático y fue el primer embajador español en China. Se presentó como voluntario para aquella plaza por motivos -según él dijo- meramente personales.(4)
En 1976 fue destinado a Roma como embajador de España ante la Santa Sede, donde falleció el 11 de junio de 1980.
Se fue de este mundo sabiendo que todo había valido la pena (incluso el riesgo) y que con la suya, había salvado tantísimas otras vidas más.


Marcelo D. García
Historias Lado B



Referencias:
(1): Lacruz, José. «El ángel de Budapest». El periódico del Estudiante. El Periódico de Aragón. Consultado el 2008.
(2):  El destino de los judíos de Europa - El exterminio de los judíos de Hungría - Yad Vashem.
(3): Sella, Joan (25 de mayo de 2012). RTVE, ed. «Sanz-Briz, El Ángel De Budapest». RTVE. Consultado el 9 de agosto de 2012.
(4): Galarraga, Naiara (10 de marzo de 2013). El País, ed. «El traductor de la China de Mao». Consultado el 5 de abril de 2013.
Artículo consultado:
http://elpais.com/diario/2010/10/03/necrologicas/1286056801_850215.html


lunes, 20 de enero de 2014

Henry Ford: nazi norteamericano, financista de Hitler y rabioso enemigo de los judíos

 Henry Ford, nazi norteamericano.


Pensar en la barbarie nazi desatada y sin control, en el antisemitismo rabioso e irracional, en la intolerancia elevada a su máxima expresión, en la persecución y el exterminio de millones de seres humanos, inevitablemente (y por designios prefijados por la historia oficial, aunque no sin motivos) significa pensar en Adolf Hitler. Desde su irrupción a principios de los años '20 Hitler fue sistemáticamente sindicado como el generador de las más radicales y extremas políticas que derivaron luego en el terror vomitado por el sanguinario Tercer Reich alemán. No carecen de fundamentos, por supuesto, las acusaciones sobre Adolf Hitler, de hecho el Führer nazi ha sido el rostro visible del mal durante mucho tiempo, pero en realidad Hitler no había "inventado" nada. Absolutamente nada. No estaba solo y, a nadie ha sorprendido. El surgimiento de Hitler y su ascenso vertiginoso y letal hasta la cumbre del poder fue la triste y lamentable resultante de un pensamiento y un sentimiento (no sólo alemán) que llevaba en gestación mucho tiempo. Muchos pensadores, filósofos e ideólogos habían venido sembrando el camino del antisemitismo y unas otras cuantas teorías de más que dudosa validez en Europa mucho antes de que Hitler hubiera nacido. Las falsas ideas de una superioridad racial, de una humanidad "pura", de gente superior a otra y los postulados que sindicaban al pueblo judío como causante de todos los males de la humanidad estaban más que instauradas y bien aceptadas. Hasta la "inesperada" irrupción de Hitler en las veladas de debates de una vieja cervecería de Munich con sus arengas violentas, nadie se había "animado" a llevar adelante aquellas ideas extremistas y, finalmente, ponerlas en práctica.
El "poder" real que siempre se oculta en las sombras necesitaba y venía buscando desde hacía tiempo a un enceguecido que se pueda hacer cargo de aquella inmunda tarea de lograr un mundo para pocos y que además, llegado el caso, quedara en la historia como el único responsable de las más grandes atrocidades. Había llegado Hitler, pero... había quienes lo habían fogoneado.

Símbolo inequívoco de la pujanza, la mentalidad y el poder (en muchos sentidos) de los Estados Unidos de América, Henry Ford supo estar desde la pimera hora entre aquellos que se encargaron, sistemáticamente, de esgrimir sus más que discutibles argumentos antisemitas a diestra y siniestra y, como si fuera poco, dejarlo todo escrito para la posteridad y la memoria siempre tan selectiva de los poderosos y los vencedores en las guerras. La mentalidad sectaria de Henry Ford encontró inspiración en todos aquellos pensamientos discriminatorios y violentos que insistían en la superioridad de unos sobre otros, pero además supo ser además debida inspiración para otros que vienieron después.
Ford no sólo fue orgulloso portador de la "Gran Cruz del Águila Alemana" en su solapa desde el 30 de julio de 1938, no sólo supo hacer pingües negocios con la Alemania nazi a costa de la provechosa venta de vehículos que movilizaban a la Wermacht hitleriana durante la segunda guerra mundial, sino que desde mucho tiempo antes, fue un auténtico y más que válido inspirador (uno más entre tantos) de Adolf Hitler, ese mismo Hitler que enagenado como estaba, nada había inventado. Hitler era una "cartero". Llevaba un mensaje que otros, ya mucho antes, se habían encargado de escribir...
Dice la leyenda que en uno de los despachos de Hitler había una fotografía del Führer nazi con, precisiamente, Henry Ford. La admiración de Hitler por Ford tenía su explicación, y es que estando encarcelado el Führer nazi entre 1923 y 1925, y en momentos de escribir su panfletario "Mein Kampf" pudo volcar en sus páginas algunas ideas que ya previamente, en 1920, el mismísimo Ford había planteado en su ofensivo libro "El Judío internacional".

"Der Internationale Jude" escrito por Henry Ford.


En su libro profundamente sectario, discriminador y violento, Ford comenzaba su primera parte colocando la vara muy alta y haciendo suyo un texto de la Nueva Enciclpedia Intrernacional, Ford comenzaba su agresión diciendo lo siguiente:
 
"Entre las más destacadas características de la raza hebrea, es preciso citar: acentuada aversión
por toda labor física que implique fatiga; muy pronunciado espíritu de familia; instinto religioso
innato y concepto en extremo elevado de la hermandad de tribu; ánimo esforzado, propio de
profetas y de mártires, más bien que de adalides cultu ales y belicosos; extraordinaria aptitud para
afrontar adversidades; excelente predisposición para el comercio; astucia y perspicacia para la
especulación, particularmente en asuntos de dinero; una pasión de oriental por el lujo, el íntimo
goce del poderío y de los placeres que ofrece una posición social elevada; bien equilibradas
facultades intelectuales".


Y continuaba:

"Vivimos nuevamente en una época en que el judaísmo atrae la atención crítica del mundo entero.
Su ingreso durante la Gran Guerra en lo más escogido de las esferas financieras, políticas y sociales
fue tan general y evidente, que su posición, su poderío y sus fines fueron recibidos con acerba
crítica, y en la mayoría de los casos causaron repulsión. No constituyen las persecuciones una
novedad para el judío. En cambio, para su ética racial, es nueva esta exaltación. Cierto es que este
pueblo sufre hace 2000 años los efectos de un instintivo antisemitismo de las demás razas, pero
semejante aversión nunca llegó a ser consciente, ni pudo expresarse concreta ni claramente. Hoy,
por el contrario, digámoslo así, esta sometido al microscopio de la observación científica, que nos
hace conocer y comprender los verdaderos orígenes de su poderío, de su aislamiento y hasta de
sus amarguras.
En Rusia se le responsabiliza del bolcheviquismo, acusación que, según de donde provenga, podrá
considerarse fundada o infundada. Los norteamericanos, que fuimos testigos de la fanática
elocuencia de los jóvenes judíos, apóstoles de una revolución social y económica, estamos en
excelente posición para poder formar un claro juicio de lo que existiera real y verdadero en tales
acusaciones. En Alemania se achaca al judío la derrota experimentada, y una amplísima literatura
con innumerables pruebas detalladas impele, en verdad, a muy serias cavilaciones. En Gran
Bretaña, se dice que el judío es el amo verdadero del mundo, que la raza hebrea constituye una
supranacionalidad que vive entre y sobre los pueblos, los domina por el poder del oro, y acicatea
fríamente un pueblo contra otro, en tanto se oculta cautelosamente entre bastidores. Por último, en
Estados Unidos llama la atención la insistencia con que los judíos - los viejos por apego al dinero,
por ambición los jóvenes - se infiltran en todas las organizaciones militares, y particularmente en
los rubros dedicados a los negocios industriales y mercantiles derivados de la guerra, criticándose
en especial el cinismo con que dichos judíos explotan en provecho propio los innúmeros
conocimientos que lograron en su calidad de funcionarios del Estado".


"La cuestión judaica, en una palabra, ha hecho su aparición en escena. Más, como ocurre en casos
parecidos, en los que cuestiones de ventaja personal desempeñan cierto papel, aparecen también
determinados esfuerzos para acallarla, insinuando la inconveniencia de exponerla en público. En
cambio, la infalible experiencia prueba que todo problema escamoteado así, tarde o temprano
torna a abrirse paso, y entonces en formas inconvenientes y hasta muchas veces peligrosas.
El judío constituye un enigma mundial. No obstante ser su masa pobre en absoluto, domina,
empero, el mercado económico y financiero del mundo entero. Viviendo sin patria, ni gobierno, es
decir, en la dispersión, demuestra, empero, una unidad nacional y una tenacidad no alcanzada por
pueblo alguno. En la mayoría de los países, salvo restricciones, supo convertirse en el soberano
efectivo, al amparo a veces de los patronos. Dicen antiguas profecías, que los judíos retornarán a
su vieja patria, desde cuyo centro geográfico dominarán a la totalidad de los pueblos, no sin antes
haber resistido el combinado al mundo de las naciones del mundo entero".


"Der Internationale Jude" escrito por Henry Ford.


En su libro de más de 220 páginas plagadas de filosos puñales disfrazados de palabras, Henry Ford daba rienda suelta a su más agrio antisemitismo racial sin el más mínimo reparo y pudor. Su escrito y sus pensamientos han sido,en parte, la lamentable inspiración que Hitler había encontrado para darle forma a su arenga en "Mi lucha". Palabras como las que son expresadas a continuación no dejan dudas sobre la clase de persona y dirigente que era Ford. Decía el creador del genial Ford "T":

"La facilidad de los hebreos para negociar con los gobiernos halla también su explicación en las
antiguas persecuciones, en cuyos dolorosos momentos el judío comprendió el inmenso poder del
oro sobre los caracteres venales. Allí donde se dirigía, le perseguía como una maldición la creciente
antipatía popular. Los judíos, como raza, no se hicieron jamás simpáticos, hecho que el más
ferviente hebreo no negará, aunque se esfuerce por ofrecer una explicación satisfactoria. Tal vez
alguno que otro judío, como particular, goce de nuestra estima, y hasta es posible que
determinados rasgos del carácter judío, detenidamente estudiados, nos resulten simpáticos. Sin
embargo, una de las cargas que soportan los judíos como raza, radica en la antipatía colectiva de
los otros pueblos. Existe esta antipatía en nuestra eran moderna, en países civilizados y en
condiciones que, al parecer, tornan imposible toda persecución.
El judío, en cambio, parece preocuparse muy poco de la amistad o enemistad de los demás
pueblos, acaso por los fracasos de épocas pretéritas, o también, y con mayor verosimilitud, por
suponerse hijos de una raza superior a todas las otras. Pero sea cual fuere el verdadero motivo,
existe el hecho de que su tendencia principal se dirigió siempre a conquistar para sí reyes y
nobleza. ¿Qué les importaba a los hebreos que los pueblos murmuraran contra ellos, en tanto los
reyes y su corte fueran sus amigos? Así vimos existir siempre, hasta en las épocas más duras para
ellos, un "judío de corte", que mediante sus préstamos y los grillos de la deuda, pudo penetrar a
cada instante en la antecámara real. Fue siempre táctica judaica aquella del "camino recto al
cuartel general". Jamás trato el judío de conciliarse con el pueblo ruso; buscó, en cambio, las
simpatías de la corte imperial. Tampoco quiso nunca envolver en sus redes al Zar y a su Gobierno.
En Inglaterra se reía el hebreo del pronunciado antisemitismo del pueblo inglés. ¿No tenía acaso,
detrás suyo a toda la nobleza? ¿No apretaba en sus manos todos los hilos de la bolsa londinense?
Dicha táctica de ir "derecho al cuartel general" explica perfectamente la omnipotente influencia que
tiene el judaísmo sobre tantos gobiernos y la política de los pueblos. Semejante táctica pudo desarrollarse con facilidad por la habilidad del judío de poder ofrecer en cualquier momento aquello
que los Gobiernos precisaban. Cuando se trataba de un empréstito, intervenía al punto el judío de
corte, facilitándolo con ayuda de hebreos de otras capitales o centros financieros. Si un gobierno
quería saldar una deuda vencida, pero sin confiar el precioso metal a un convoy a través de
terrenos peligrosos, también aparecía el judío, que se hacía cargo del asunto; extendía
sencillamente un papel, y cualquier institución bancaria establecida en la otra capital pagaba el
importe. Cuando por primera vez se proveía un ejército con pertrechos modernos, igualmente se
encargaba de ello un judío que poseía el dinero suficiente y disponía también del sistema
adecuado. Lograba, además, la satisfacción de convertirse en acreedor de toda una nación".


Protestas en Estados Unidos contra Ford.


La admiración no iba en un solo sentido. Lo mismo que Hitler sentía por Ford, Ford lo sentía por Hitler. Ese emblema de la industria norteamericana, ese estandarte de la concreción de las "oportunidades" en la tierra de la libertad y el respeto, se encargó también de ser uno de los más fieles y contínuos sostenedores económicos del Führer nazi. Ford hizo todo lo posible para lograr que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania y, de paso, intentara dominar al mundo. Y cuando Hitler estuvo en la cima, Ford se encargó de sostenerlo. Después de todo ¿por qué no financiar a alguien que pensaba igual que él?
Los medios periodísticos y no pocos ciudadanos comunes (Sobre todo y fundamentalmente en los Estados Unidos) no permanecieron ajenos a todo eso.
Hubo manifestaciones en las calles, hubo multitudinarias protestas contra Ford, en quien la gente no sólo veía a un socio inpensado de su propio supuesto "enemigo", sino que por sobre todas las cosas, advertía a un intolerante autoritario que lejos estaba de traer bienestar a sus semejantes.
Los medios periodísticos, por su parte, también tenían lio suyo para decir.


El financiamiento de Hitler de parte de Ford en la prensa. 28 de diciembre de 1922 "Fort Wayne News Sentinel".


Para remate, a modo de "tiro de gracia", entre tantas cosas que decía Henry Ford en las páginas del ofensivo libro "El Judío internacional", se preguntaba ¿Cómo se defiende Alemania contra los hebreos?. Así lo respondía:

 "El judío, en Alemania, es considerado solo como un huésped que, abusando de la tolerancia, pecó
con su inclinación hasta el dominio. En efecto; no hay en el mundo mayor contraste que el
existente entre la raza germana pura y la hebrea. Por esta razón no existe, ni puede existir
mancomunidad entre ambas. El alemán no ve en el judío más que al huésped. En cambio, el judío,
indignado por que no se le conceden todas las prerrogativas del indígena, alimenta un odio injusto
contra el pueblo que le aloja. En otros países logro el judío mezclarse mas fácilmente con el pueblo
indígena y acrecentar su poderío con menos trabas, mas en Alemania no le fue posible. El judío
odia por esto al pueblo alemán y, precisamente, por esta misma razón, aquellos pueblos en que la
influencia judía predominaba en mayor grado, demostraron durante la lamentable guerra mundial
el más exacerbado odio contra Alemania. Fueron judíos los que predominaron casi exclusivamente
en el enorme engranaje informativo mundial, que fabricó la "opinión pública" con respecto a
Alemania. Los únicos que resultaron beneficiados con la Gran Guerra fueron en realidad los judíos".


El libro fue publicado originalmente en 1920 bajo el título completo de "The international jew: the world's foremost problem" (El judío internacional: el primer problema del mundo), por The Dearborn Independent, un semanario antisemita de derecha dirigido por el secretario privado de Ford, Ernest G. Liebold. El periódico había publicado también, y difundido ampliamente en los Estados Unidos, "Los protocolos de los sabios de Sion" una publicación marcadamente antisemita y decididamente mentirosa."El judío internacional" se ha publicado en cuatro volúmenes y se ha traducido a seis idiomas, entre ellos el alemán. Conservado tristemente para la posteridad, este libro es la más clara y contundente prueba de que la barbarie, la intolerancia, la denigración y la violencia, también pueden camuflarse detrás de una nación supuestamente democrática, rectora de la conducta mundial.


Marcelo García
Historias Lado B


Referencias:
- Ford, Henry (2003). The International Jew: The World's Foremost Problem. Kessinger Publishing. ISBN 0-7661-7829-3, p. 61.
- Farber, David R. (2002). Sloan Rules: Alfred P. Sloan and the Triumph of General Motors. University of Chicago Press, ISBN 0-226-23804-0, p. 228.
- Lewis, David I. (1976). The Public Image of Henry Ford: An American Folk Hero and His Company. Wayne State University Press., pp. 146–154.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Conmemoran aniversario de la "La Noche de los Cristales Rotos"

"La noche de los Cristales Rotos", 1938.


Conmemoran aniversario de la "La Noche de los Cristales Rotos"
Por Kirsten Grieshaber / Associated Press

BERLIN -- Los alemanes en todo el país conmemoraron el sábado el 75º aniversario de la Kristallnacht —La Noche de los Cristales Rotos-, en la que los nazis lanzaron una ola de ataques contra judíos en Alemania y Austria. El 9 de noviembre de 1938, centenares de sinagogas fueron incendiadas, numerosas viviendas y negocios de judíos saqueados, unas 1.000 personas fueron asesinadas y más de 30.000 judíos enviados a campos de concentración. Los ataques marcaron el comienzo formal de una violenta persecución estatal contra los judíos, que terminó con la muerte de seis millones de judíos europeos para cuando el Tercer Reich cayó en 1945. Alemanes en muchas ciudades y pueblos realizaron vigilias con velas, escucharon a judíos sobrevivientes del Holocausto narrar recuerdos y se congregaron en cementerios judíos para honrar a las víctimas de la Kristallnacht. La canciller Angela Merkel dijo que la Noche de los Cristales Rotos fue "un evento que humilló a los judíos de una forma inconcebible... se había alcanzado un punto realmente bajo en la historia alemana". "Desafortunadamente, más adelante la historia alemana se desarrolló en una forma aún peor que llevó eventualmente al Shoah (Holocausto)", afirmó. La jefa del gobierno exhortó a los alemanes a jamás olvidar el pasado. En Berlín, grupos de residentes recorrieron con guías sus barrios, deteniéndose en sitios en los que alguna vez estuvieron tiendas, escuelas y otros edificios judíos destruidos por los nazis y sus partidarios. Varios berlineses se unieron para pulir algunas de las 5.000 Stolpersteine ——o piedras de tropiezo-, que identifican por su nombre a víctimas de los nazis frente a sus antiguas viviendas. Las placas de bronce del tamaño de una piedra están insertadas en aceras y su nombre se debe a que uno se topa con ellas cuando camina por Berlín.

"Piedras del tropiezo" en Berlín.


"Hemos organizado 16 grupos que han salido hoy a limpiar las placas, y esperamos convertir esto en un evento anual en el futuro", dijo la coordinadora de los recorridos, Silvija Kavcic. Pese a todas las actividades positivas, algunos oradores en la jornada emitieron una nota de cautela, al recordarles a los participantes que el antisemitismo sigue siendo un problema en Europa. Un sondeo de judíos europeos dado a conocer el viernes reveló que más de tres cuartas partes de los entrevistados piensan que el antisemitismo está aumentando en sus países y casi una tercera parte han considerado emigrar porque se sienten inseguros.


Nota original: http://www.elnuevoherald.com/2013/11/09/1610749/conmemoran-el-75mo-aniversario.html#storylink=cpy

jueves, 8 de marzo de 2012

Thomas Watson y el Holocausto: Cuando Hitler quiso una lista de los judíos, IBM le mostró cómo hacerla

Adolf Hitler dialoga con amigos. A su izquierda, Thomas Watson, fundador de la IBM.

Thomas Watson empezó a hacer sus primeras armas en el mundo de los negocios como un modesto vendedor ambulante de máquinas de coser y pianos. Sabor a poco para alguien que años después esgrimiría como frase de cabecera que "si uno quiere ser mañana una gran empresa, debe empezar hoy mismo a actuar como si lo fuera". El camino ascendente de Watson en los negocios, comenzó en realidad en 1895, cuando contando con 21 años de edad, se unió a una de las compañías más rapaces de entonces, la NCR (National Cash Register), una empresa fabricante de máquinas registradoras. Durante más de 17 años Watson hizo de todo para convertirse en el vendedor estrella de la compañía, sin dudar a la hora de utilizar los métodos más bajos y viles para eliminar a la competencia, tales como incendios de locales, sobornos, utilización de patotas para intimidar, etc. En 1912 Watson y los suyos fueron acusados formalmente por el gobierno por conspiración criminal para restringir el comercio y establecer un monopolio. El monstruo se estaba gestando.

Años más tarde Watson renunció a su cargo en NCR y se unió a Charles Flint, presidente de la CTR (Compañía Tabuladora Registradora). Flint era otro conspícuo personaje sin escrúpulos que, además de haber sido uno de los primeros norteamericanos en tener un auto, se dedicaba a comerciar armas y buques simultáneamente a países que eran enemigos entre sí, como por ejemplo Japón y Rusia o Chile y Perú entre otros. Junto a Flint, Watson, también aprendió a perfeccionar el sistema de "Trust", por medio del cual a través de combinaciones empresarias y maniobras secretas destruían literalmente a la competencia. Thomas Watson era paternalista y fundamentlmente autoritario, incluso llegando a obligar a sus empleados el modo en que debían vestirse (con trajes negros y camisa blanca) y también ordenando que se componga una canción en su nombre para recibirlo en la empresa. El monstruo seguía creciendo...

A partir de 1924 cambió el nombre de CTR por el de IBM (International Business Machines) y desde entonces ya nada sería igual. Ni para él ni para muchos otros.
Entrada ya la década del '30, Watson comenzó a viajar asiduamente a Alemania, cosa que se hizo de manera regular y sistemática entre 1933 y 1939. La amistad y admiración mutuas entre Watson y los principales jerarcas del Partido Nacional Socilista, Hitler a la cabeza, hizo que entre otras colaboraciones Watson y la IBM llevaran adelante el censo de Alemania en 1933. Los datos arrojados por el censo y el pormenorizado trabajo de IBM le permitieron a Hitler contar con el primer listado completo de todos y cada uno de los judíos de Alemania. IBM siempre había sido presentada por Watson como "una compañía de soluciones". Hitler, por supuesto buscaba esas "soluciones" (finales) y Watson estaba empezando a dárselas.

La máquina Hollertih y Thomas Watson.

La eficiencia de Watson hizo que Hitler lo condecorara a través de Hermann Göering, premiándolo con la Cruz al Mérito del Aguila Germana, la máxima distinción del Tercer Reich para personalidades extranjeras (como Henry Ford, por ejemplo). Pero ese entusiasmo mutuo no se detendría allí, sino que eso sería el comienzo de la puesta en marcha de una infernal y siniestra maquinaria en la que los dos, Thomas Watson y Adolf Hitler eran los principales engranajes. Watson, ni bien empezada la segunda guerra mundial, buscó a través de intermediarios, que las más avanzadas máquinas de tabulación de tarjetas perforadas llegaran al Tercer Reich y de ese modo ofreció nuevamente "soluciones" a Hitler. Desde entonces la filial alemana de IBM, la Deustche Hollerith Maschinen Gesellshaft (Dehomag), diseñó y perfeccionó un complicado sistema de entrecruzamiento de datos, direcciones, cuentas bancarias, orígen etc. de los judíos de Alemania a través de las tarjetas perforadas Hollerith pero adaptadas a sus nuevas necesidades. De este modo es que Hitler comenzó a "automatizar" la persecución de judíos, gitanos, religiosos y otros inadaptados sociales (según su punto de vista), para después poder confiscar sus bienes, deportarlos, utilizarlos como mano de obra esclava o bien confinarlos en los campos de concentración de manera mucho más sencilla y efectiva.

Esas mismas tarjetas perforadas se utilizaban en los campos de concentración. Al ingresar cada prisionero recibía un número de identificación Hollerith. Las tarjetas eran rectangulares, de trece centímetros de largo y 8 de alto, estando divididas en columnas numeradas con perforaciones en cada hilera. Había en total 16 diferentes categorías de tarjetas según la ubicación de las perforaciones, estando asignados números según el tipo de prisioneros. Así, los judíos tenían el número 8. los homosexuales el 3, los gitanos el 12 y los "antisociales" el 9, sólo por nombrar a algunos. Dado ésto, podemos decir que estas tarjetas eran ni más ni menos que códigos de barras para seres humanos.

La tarjeta perforada Hollertih.

Al respecto el escritor Edwin Black, autor del libro "IBM y el Holocausto" ha dicho de manera magistral que: "cuando Alemania quiso una lista de los judíos, IBM le mostró cómo hacerla".

Watson, sin embargo, seguiría mostrando la hilacha. Ni bien ingresados los Estados Unidos a la segunda guerra mundial, devolvió la condecoración entregada por Hitler, intentando comenzar a limpiar su prontuario.
La historia dice además que ningún ejecutivo de la IBM fue llevado por los aliados al banquillo de los acusados en los juicios de Nuremberg.
Watson, tras finalizar la guerra, descubrió no con poca satisfacción que la fábrica de IBM en Alemania no había recibido ni un rasguño ni de parte de los bombardeos alemanes ni del lado de los aliados. Zona protegida.
El magnate empresario norteamericano también encontró una muy buena manera de demostrar su cinismo al finalizar la contienda, ofreciendo sus servicios y "soluciones" a los aliados para participar con IBM en la sistematización de la reconstrucción de las zonas devastadas por la guerra.
El sistema de las tarjetas Hollerith, aunque con las lógicas actualizaciones, ha sido el mismo utilizado en las controvertidas y fraudulentas elecciones presidenciales de los Estados Unidos del año 2000 en las que resultó sugestivamente triunfador (en medio de denuncias de fraude) George W. Bush.